La Sentencia

Habría llamado a la puerta la piedad esa mañana. Ciertamente, yo no pude oírle. No cabía dentro mío el más pequeño atisbo de gratitud. Era asombro puro.
Cuando se pronunció, caló hondo en los huesos de la alborotada audiencia el silencio. Desgarro cruel de mi serenidad forzada, el escuchar el “culpable”.
Fue mi amoralidad, objeto de juicio y estudio de todos los presentes, erráticos vagabundos del intelecto, que reptan por los burdeles de la ignorancia ilustrada por la chusma, para la esforzada confección de sus opiniones mediocres.
Solo a mi intimidad y a Dios, debo las cuentas rendir por mis actos. Estos no ofenden bajo ninguna de sus formas, lo público de la moral, puesto que solo me expreso verdadero en los profundo de la intimidad de mi morada.
Sabían acaso que sus reproches eran hijos incoherentes de una razón decapitada por la contradicción de sus propias normas.
Fue cruento objeto aquella noche de la calumnia difamadora.
Yo había pecado, si, lo confieso abiertamente entre estas palabras oscuras como la noche, en este papel que ya arde prometiéndose cenizas.
He pecado, y en tanto lo he disfrutado por haber sido materia restringida de los pasillos sociales de nuestra forma de ser más de dos.
Tronaron las palabras del juicio injusto sobre la llanura inmensa de mi pecho desierto de esperanzas ¿Cómo puedo sentir gratitud? ¿Cómo puedo aceptar que me negaron e derecho mas sagrado, por sobre la vida, que es la forma la propia muerte?
No puedo agradecer que me alejen de la muerte al tiempo que me la hacen única opción, siempre necesaria.
Piadosa hubiera sido la ejecución final por toda condena. Mas no pude sino vagar en la resistencia de mi cuerpo desobediente, por las celdas de mis lamentos, sujeto a los infortunados castigos de pan y de agua, con que alimento la sociedad toda, a mi cuerpo para que viva fuerte, la condena que habría debilitado la potestad de mi alma hasta su extinción.

Silencio y sombras, dentro y fuera de mi me abrigan y destapan, agonía de mis días repetidos, días que no han de ser secundados por ningún final.

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