Fresca brisa. Humeda la noche. Abierta y entregada la ventana acariciada por la seda de la cortina. Seda blanca. Resplandeciente en esa piel, tambien blanca.
La noche no cansaba de sucederse, en cada uno de sus momentos. Impreceptibles. Constantes. Eternos.
Hubo sombra en la ventana, silencio en un suspiro. Hubo agitación, pudor, emociòn, pasiòn y silencio. Hubo una sola mirada.
Perdido el Santo Temor de romper un silencio de recamara, sentado sobre la ladera de aquel cuerpo intrigante, extendio tibia, su mano.
La sujeto del tobillo. Por encima de las sabanas. Tambien blancas. Contemplaba desde escollo mas profundo del Amor, y desde el mas estridente silencio. Admiraba. Amaba.
El brillo de sus ojos, competìa con lo perlado de la luna. Por admiración. Por amor. Por ser sometido y sublimado por un sentimiento. Tambien blanco.
 

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