Unknowness

No se que buscas,
se a quien.

Buscas, perseguis, ignoras,
estas, ausente, pero estas.

Hablando, cayando,
preguntando, resopondiendo.

Dando vueltas en el aire.
Vos estas.

Lejos. Y ahi te vas.
Te humedeces los ojos de recuerdos.

Agrisar los soles,
y enardeces las lunas
de tu propia melancolia.

Morpheus Come here - I

Cuando se enciende en insomio en la cabeza, como una tecla que se oprime sabrá Dios porque artilugios del destino neuronal. El frío siempe se agolpa en las manos... y en el pecho.

Te obliga a pensar en el carisma oculto e irresuluto que se oculta tras una inocente hoja en blanco, que espera tan ansiosamente como uno mismo, ser encontrada.

Asi comienzan a pasar las horas en rojo de una noche que debería haberse terminado sobriamente unas cuantas horas atrás. Cuando todavía los sentimientos se acomodaban en el colchón de la dignidad estrogénica.

Tirar una linea, no es sostener a una presa, ni siquiera, es pescar. Tirar una línea es regalar una botella al océano, llena de miles de mensajes confusos, agolpados, gritados ansiosamente, creyendo que la cantidad completará a la calidad; gesto comunicativo femenino por exelencia.

Somos eso, femeninas: sinceras, cálidas, receptivas, emocionales, frágiles, sensibles, MUY sensibles, inofensivas, pensativas, un poco perseguidas, algo obsesivas si nos dejan solas y en silencio, algo abruptas si nos descepecionan, algo perseguidoras si no entendemos cuando el mensaje claramente nos dice ese "NO" que no queremos asimilar, algo gritonas si nos sentimos provocadas (que jamás significa que nos provoquen). Somos eso, mucho, poco y nada: somos histéricas. Y eso a veces, es demasiado.

Acomodamos y reacomodamos el mundo que nos rodea en tan solo una fracción de segundo de dos formas absolutamente opuestas, y posiblemente, irreales ambas. Que pueden ser dos... o tres o cuatro... dependiendo la cantidad de amigas que convoquemos al foro de resolución colectiva de procesos emocionales críticos individuales, que involucran a ese divino, que acaba de convertirse en un auténtico patán, hasta nuevo aviso, claro.

Asi se suceden los pensamiento dentro de una mente típicamente femenina. Desodenados, agolpados. Como el subt c de constitución a retiro en hora pico de pleno enero caluroso y húmedo de fluidos corporales inevitables, de los propios, y de los adquiridos durante la travesía.

Que las hormonas, que los estrógenos, que el s.p.m., que el stress, que la vida misma que nos sucede. Nada de todo aquello debe de tener la culpa. Somos nosotras que somos asi. Que somos capaces de cuadrificar nuestras pupilas, en la innecesaria espera de que el añorado inicie sesión, aún, cuando ya ha superado el rango horario promedio, que casi científicamente hemos estimado, en que puede conectarse, una noche como la de hoy.

Somos asi, COMPLEJAS. Y es eso los que nos encanta. Porque somos un laberinto. Un laberinto grande, y profundo, con vueltas y pasajes no siempre resolvibles, pero siempre misteriosos. Somos grandes, profundas, e infinitas, capaces de tanto de a pesar de tan poco, o tal vez, a partir de ello.
Y es en esa complejidad, que nos definimos hermosas, desde la mas exóticas de las concepciones.

Las que somos mujeres (hijas, madres, abuelas, trabajadoras, emprendedoras, educadoras, creativas, amigas, amantes, compañeras, etc.) comprendemos el dolor, porque lo hemos vivido, evitado, producido, y generado. Somos la prueba y el error. El ensayo constante. La lágrima que nunca duerme. El brazo que no descansa. La mente que no para. El corazón que es siempre grande.

Cinco

Cuando yo subí ya estaba ahí. Pero no estaba con ninguno de nosotros. En líneas generales podía decirse, que a pesar de su arrolladora  presencia, estaba ausente. Tenía un semblante robusto, aclarados por las canas, mas protagonistas de sus facciones que sus propios rasgos. Llevaba consigo la porte de un profesional de lo apasionante. Nada de ciencias frías, ni exactas, o tal vez sí. Pero de las creativas. Llevaba dos libros entre sus manos, uno de ellos tal vez, el que llevaba apretado contra su pecho, podría ser una agenda, o un cuaderno, pero en mi mente observadora, y en mi atención cautivada, eso no era importante.



Leía un libro que no me interesaba cuál era. Y encontré a su diestra, un modesto hueco en donde reconfortarme de su silenciosa compañía. Una llamada de agradable tono, en salutación por el cumpleaños de quien preferí suponer sería un amigo muy querido, interrumpió mi diálogo interno, que se había vuelto fecundo desde que mis ojos lo encontraron.



Creyendo que iba a bajar, hice un ademán solícito y silencioso, mostrándole una amable disposición a facilitarle su partida. Me agradeció gustoso, cómplice de esa amabilidad propia de los que llevamos el placer de la lectura en las venas. O al menos así lo imaginé yo, y me fué suficiente para creerlo sin esfuerzos, y naturalmente, disfrutarlo.



Me sonrío, se sonrió, me agradeció, y respondí gustosa, disfrutando de esa compañía que se había tornada cómplice y amistosa sin decir palabra que lo sellara. Volvió su atención al libro, y sin siquiera moverse, con su codo me instó a hacer lo mismo, y retomar mi reciente y suspendida lectura.



Su compañía me inspiró a perderme en la lectura, como una niña sedienta al agua luego de una tarde completa de recreación deportiva. Y nos acompañamos así, sin mirarnos, y sonriendo. En un silencio que no nos molestaba, y además, nos unía. Tal vez nos transportamos quietamente a salas de lectura, de corte sobrio, y en gamas de tres colores. Con sillones cómodos, que se amoldaban serviciales a nuestras espaldas que se apasionaban en no cambiar de postura, como si de eso, dependiese cada detalle imperdible de la lectura.



"Ahora Sí", y me sonrió con su gran sonrisa amable, que protegía de las inclemencias del mundo bajo un tupido bigote entrecano, que acompañaba cada movimiento de los labios gruesos naturalmente, o engrosados por la edad. Entendí que ahora sí, solicitaba la comodidad -difícil en esa circunstancias-,que hacía varias hojas atrás le había ofrecido para poder bajarse del colectivo. Me saludó, con toda esa cortesía y amabilidad de caballero que pude deducirle en mi primera impresión, que fue innegablemente positiva.



Perdí la atención en el movimiento repentino de todas esas personas que bajaron en aquella parada. Y lo reencontré lejano, caminando solemne y concentrado. Con su piloto gris, que no ostentaba lo suficiente para suponerlo abogado, pero que derrochaba estilo y elegancia (a falta de los típicos parches del bohemio en los codos de sus prendas), excesivas para un simple literato, aunque tal vez, si de alguno de carrera y prestigio adquiridos.¿Psicólogo tal vez?. ¿Cómo saberlo?. Y volví una última mirada hacia su figura, ya lejana y medio perdida en la niebla suave y gris que generaba la noche de Buenos Aires, que en tan pocas horas, con tantas sensaciones me había embargado.



Lo último que aprecié, fue su manos acomodando unos cigarrillos en la solapa derecha de su piloto oscuro, que tal vez no eran tales, y solo se trataba de una agenda o de un libro pequeño, de esos que nos pueden acompañar en cualquier rincón de la ropa, o de la cartera. Y lo dejé irse. Sin mas. Con la satisfacción del momento compartido, que sospecho, tampoco le habrá pasado desapercibido.

Morpheus - Go Home I

Pasaba por la calle sin ninguna otra intención, mas que la de atravesarla para abreviar, en el menor tiempo posible, la distancia que me separaba de mi destino de ese Lunes. Y te vi ahí. Te vi sin mirarte, porque sentí tus ojos imaginarios y penetrantes, desgrabando cada curva de mi perfil, y por ese maravilloso arte oculto de la atracción, decidí verte a la cara, imaginaria también, para descubrir finalmente, con que expresión cometías tal improperio de mediodía.



De todas las cosas que vi, no observé ninguna. La rauda pasión que habías levantado en mi pecho, me condujo a una obsesión irremediable. La posesión.



Desde que sentí el calor abrasador de tu presencia seductora, que me llamaba en la distancia, la predestinación fue una estación obligatoria del gran viaje que implicaba tenerte entre mis manos, para mí, como única dueña de una partícula reproducida y esparcida por todo el sistema. Dueña de uno entre tantos ejemplares clonados. Pero dueña de ese único al fin.



Me atreví a imaginarme a mi misma, cruzando el cristal del vidrio que tan inicuamente nos separaba, en un viaje sin retorno, hasta tu adquisición. Jugando a extrapolarme de mi propio deseo, te contemple entre varios otros, mas cuidados, originales y prometedores. Pero mi deseo exclusivo y exquisito seguía ahí, anhelandote ansiosamente.



Sucumbí. Como a tantos otros placeres sublimadores, sucumbí al encanto de tu tinta para mi imaginario aún fresca, a tus palabras que me prometían historia y emoción. Sucumbí a tu perfume de sin estreno, y a tus texturas formidables, en que lograba regocijar el espíritu aventurero de mis manos.



Tramité nuestra  huida hacia mis pagos, hacia mi mundo de fantasía coleccionada, en las finas repisas de la memoria, y te traje conmigo, protegiéndote tiernamente en un abrazo de medio torso, con el que te conduje a descansar, en el privilegiado espacio literario de mi almohada. Para que me aguardaras allí, en la cabecera, como una promesa de nuevas e intensas sensaciones nocturnas.

Eramos de Letras

Nunca lo supo. Era realmente de esas personas que uno cuando la cruza tiende a mirar dos veces, atraído por la curiosidad de comprobar que la primera impresión que tuvo, no era equivocada.


Se podría decir que su andar era gracioso, su cara hermosamente labrada, pero en completa desarmonía con su cuerpo.


Caminaba como si el mismísimo amo de las marionetas la sujetara por las caderas con dos hábiles piolines y sus pies parecían danzar al compás del fuego del infierno, que evidentemente, corría tras sus talones.


Sus manos, relajadas de cualquier preocupación vagaban libres y bohemias por el cosmos, intentando, constantemente, vencer la gravedad.


Su cintura, netamente mas pequeña que las caderas, trataba de mantenerse sobria y equilibrada.


En su pecho una elegante curvatura dibujaba esa concavidad en el paisaje que la rodeaba, y su pelo, largo, castaño y sedoso, acariciaba su torso, con singular gracia.


Su rostro hacía a la impresión de un payasito despintado, con ojos orbitantes y boca voluptuosa, además de unas orejas grandes, era definitivamente, un motivo para sonreír durante una mañana entera.


Suelo imaginarla en la mañana, con pijamas acortados por la altura, y las pantuflas, que luego de una intensa y aún mas agotadora búsqueda bajo aquella dimensión desconocida que estaba bajo su lecho de descanso, logró hallar, saludando al día, con dos ojeras inmensas, que descansan imagino, en sus caladas mejillas.


Con el pelo revuelto y la boca llena de esos despreciables conectores salivales que unen el maxilar inferior con el superior cada mañana, en composé con una masa de aire cálido y horrible, que delatan su tendencia caníbal-necrófila, mostrando que mas de un cadáver se habría tragado durante la noche.

El arte de Olivar… ("... y dale el olivo al polvo, a las cremas, y al carmín...")

La milonga gira, narcótica y final. Pronto, muy pronto, el instante maldito estallará en medio del salón, chispeará una-dos-tres veces y desaparecerá para siempre. Habrá que estar atentos: desde entonces será tarde para haberse ido, y aún será temprano para quedarse hasta tarde. La trampa estará tendida.

Sentadita en su silla - tañendo acompasadamente un anillo de piedra azul contra el vidrio cantarín de un vaso de vino, anestesiado de esperanza- ella ve cómo la milonga se desvanece a los pies de su sonrisa. Ha bailado poco, y mal, pero sobre todo poco. Allí está ahora, pálida de una pieza, preservada todavía del enfado, ajena. El fracaso aún no es indigno, aunque en poco tiempo lo será; sus manos lo intuyen y la distraen de humores sombríos con el tintineante tañer del anillo sobre el vaso de gaseosa. Aunque no es seguro, quizás sea el momento de tomar la decisión; casi lo sabe y sin embargo, no.

A poco metros de allí -ancho en el paladeo de la tanda que tan bien le bailaron, henchido de gloria ese pecho-a-pecho que tan bien le supieron comprender- él cree haber percibido el perfume de aquellos tangos. Ha bailado poco, y maravillosamente bien.

Sobre todo bien, como hacía siglos no sucedía; un obsequio inesperado en el avieso filo de la noche.

Ahora, erguido en la barra, orejeando el naipe de una alegría largamente merecida, pretende insensato que aquella tanda azarosa se prolongue en un milagro. Ancho de Gloria, es tiempo de tomar la decisión; casi lo sabe y sin embargo, no.

La milonga gira. El relámpago pestañea una-dos-tres veces y en alguna mesa de pista el golpeteo cantarín del anillo pierde el compás. Muy cerca de allí, un oscuro perfume de tango de pronto se torna amargo.

El momento de irse ha pasado, y ya no regresa.

A partir de entonces no habrá escapatoria. En medio del agobio, ella se sorprenderá lejos del ritmo y él notará un sabor extraño detrás de su sonrisa. Aún no lo sabrán, pero ya será tarde: debieran  haberse ido y no lo habrán hecho. Descreerán de su propia intuición; resistirán y se obstinarán en sus endebles equilibrios.

Inocente y primaria, ella porfiará en la esperanza de una tanda salvadora: un encuentro que desgravíe sus zapatitos de segunda postura, una abrazo trasnochado que desmienta los tangos que esta noche no bailará. Presumido y Primario, él porfiará en la esperanza de una señal olvidada en el bies de la madrugada, una tanda que le perjure que hoy es siempre.

En algún momento sobrevendrá la realidad. Llegará con los modos suaves de un licor o los ímpetus de un portazo, poco importa.

Ella y él, vencidos, asumirán a regañadientes que hay noches que no se pueden levantar y noches que no se pueden sostener, que ambos deberán haberse ido mucho tiempo antes, que el arte de olivar es una extraña exquisitez reservada al deleite de unos pocos y que -una vez mas, que duda cabe- han vuelto a caer en la trampa.

Pedirán la cuenta, cruzarán la puerta y esperarán un taxi sin haberse conocido.

Non, Je ne regrette rien

Non, rien de rien
Non, je ne regrette rien
Ni le bien qu'on m'a fait, ni le mal
Tout ça m'est bien égal
Non, rien de rien
Non, je ne regrette rien
C'est payé, balayé, oublié
Je me fous du passé

Avec mes souvenirs
J'ai allumé le feu
Mes chagrins, mes plaisirs
Je n'ai plus besoin d'eux
Balayés mes amours
Avec leurs trémolos
Balayés pour toujours
Je repars à zéro

Non, rien de rien
Non, je ne regrette rien
Ni le bien qu'on m'a fait, ni le mal
Tout ça m'est bien égal
Non, rien de rien
Non, je ne regrette rien
Car ma vie
Car mes joies
Aujourd'hui
Ça commence avec toi

Aurora


Rechinan las maderas que flotan sobre el suelo, alimentan sus curvas un peso muerto en movimiento.

Las guardas se suceden pausadamente una a una, en una continuidad asimétrica. Al ras de un ojo, o dos, que parecen notarlas.

El umbral. La puerta. Un pasillo  La luz de la mañana que atraviesa una gotera. Todo continúa en un franco silencio.

En algún momento de la alborada, la noche habrá partido, y se habrá llevado consigo, una pesada manta de recuerdos. Un fino juego de sombras. Un vendaval apasionado de historias descoloridas. Y habrá aliviado la carga de vivir cada recuerdo.

En esta casa no hay cortinas, porque en ellas se translucen las ilusiones.  Ahora, pertenezco aquí. Hay luz, hay agua. Y lo demás, no hay.

Tan exacto como la carencia.

Aun recuerdo cuando la luz tenia colores, el agua sabores y todo lo demás, textura.  Cuando no eran los pasillos sino yo, quien se movía, y la noche solo llevaba la rastra del día viejo.

Como una ráfaga, como un cuento, como defecto visual, aun recuerdo.  Mi corazón latente, la música enardecida, los colores encendidos: La Vida.

Transfiguratio


¿Quién podría acompañar una metamorfosis?

Ego


A mi amado Ego,  dueño de mis sombras,
                                         enamorado de la Luz que esta Alma que visto.
                                                                       Salud


La Vigilia y el Viaje


Es infinita esta riqueza abandonada
esta mano no es la mano ni la piel de tu alegría
al fondo de las calles encuentras siempre otro cielo
tras el cielo hay siempre otra hierba playas distintas
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
nunca supongas que la espuma del alba se ha extinguido
después del rostro hay otro rostro
tras la marcha de tu amante hay otra marcha
tras el canto un nuevo roce se prolonga
y las madrugadas esconden abecedarios inauditos islas remotas
siempre será así
algunas veces tu sueño cree haberlo dicho todo
pero otro sueño se levanta y no es el mismo
entonces tú vuelves a las manos al corazón de todos
de cualquiera
no eres el mismo no son los mismos
otros saben la palabra tú la ignoras
otros saben olvidar los hechos innecesarios
y levantan su pulgar han olvidado
tú has de volver no impota tu fracaso
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
y cada gesto cada forma de amor o de reproche
entre las últimas risas el dolor y los comienzos
encontrará el agrio viento y las estrellas vencidas
una máscara de abedul presagia la visión
has querido ver
en el fondo del día lo has conseguido algunas veces
el río llega a los dioses
suben murmullos lejanos a la claridad del sol
amenazas
resplandor en frío



no esperas nada
sino la ruta del sol y de la pena
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada

EDAGAR BAYLEY
"La Vigilia y el Viaje" - 1961

Tu me quieres alba


Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada

Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.



ALFONSINA STORNI

La Loba


Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.

Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,
que yo no pude ser
 como las otras, casta de buey
con yugo al cuello; libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.

Mirad cómo se rien y cómo me señalan
porque lo digo así: (Las ovejitas balan
porque ven que una loba ha entrado en el corral
y saben que las lobas vienen del matorral).

¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!
¡No temáis a la loba, ella no os hará daño.
Pero tampoco riaís, que sus dientes son finos
y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!

¡No os robará; la loba al pastor, no os inquieteís;
yo sé que alguien lo dijo y vosotros lo creéis
pero sin fundamento, que no sabe robar
esa loba; sus dientes son armas de matar!

Ha entrado en el corral porque sí, porque gusta
de ver cómo al llegar el rebaño se asusta,
y cómo disimula con risas su temor
bosquejando en el gesto un extraño escozor...

Id si acaso podéis frente a la loba
¡Y robadle el cachorro! no vayaís en la boba
conjunción de un rebaño ni llevéis un pastor...
¡Id solas! ¡Fuerza a fuerza oponed el valor!

Ovejitas mostradme los dientes. ¡Qué pequeños!
No podréis, pobrecitas, caminar sin los dueños
por la montaña abrupta, que si el tigre os acecha
no sabréis defenderos, moriréis en la brecha.

Yo soy como la loba. Ando sola y me río
del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
donde quiera que sea, que yo tengo una mano
que sabe trabajar y un cerebro que es sano.

La que pueda seguirme que se venga conmigo,
pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
la vida, y no temo su arrebato fatal
porque tengo en el mano siempre pronto un puñal.

El hijo y después yo y después... ¡lo que sea!
aquello que me llame más pronto a la pelea.
A veces la ilusión de un capullo de amor
que yo sé malograr antes que se haga flor.

Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada de llano.

ALFONSINA STORNI


Opus I - II

¿Hacia dónde caminas,
Tan erguida, lacerada,
Hacia donde es que caminas?
¿Hacia dónde?
¿Es que no me encuentras, desesperado,
Respirando de tus sombras,
Recogiendo tus hojas muertas,
Y todas aquellas sonrisas marchitas?
¿Es que acaso no recuerdas,
Que de la negrura profunda de estos ojos,
Ha salido todo consuelo?

Estas sabanas reclaman, les expliques,
Porque las revuelves convulsa,
Y te agitas corriendo hacia la ventana.
Cada noche.
Suéltate de esas, tu manos,
Que te envenenan los pensamientos,
Abandona los vacíos en los que pierdes la vista
Cuando vuelvo mi rostro.
No camines, si caminar a ese paso pretendes.
No me esperes entre los nudos del cabello
Cuando necesites que aliente tus alboradas.
Cálzate de asfalto desde los pies
Hasta las raíces de tu cabello,
Y camina con certeza, que allí  ES seguro.
Pero aguarda, detente,
Solo camina sobre el pavimento,
Detén tu marcha,
No ilusiones mi dolor con tu partida.
Aléjate de la brisa mórbida,
No me finjas que te envuelve.
Si no te quieres desnuda,
Vístete con tu ropa de siempre,
Con cada prenda de TU siempre.
Como sea, no abandones esto,
Elige una porción de ti misma,
De todas, la que más te guste,
Y vive con ella a cuestas,
Y vive conmigo y con ella.
Veras que las ilusiones, mueren solas,
Como serpientes elegantes,
Y desgarradoras.
No castigues al pavimento con tu sangre,
Puesto que solo es tu historia
La que será borrada.
Abandónate, pero no así.
VEN y abandónate.
Camina, despierta.
Por favor, respira.
No quiero creer que es aquella,
Tal como yace sobre el pavimento
Tu figura, muerta.

Opus I

Como si la humedad aún no se hubiera ido, se acariciaba las manos con fuerza. Como si pudiera absorberla bajo presión. Como si aún pudiera.
Una excesiva pureza en la luz, le punzaba en la profundidad de  los ojos. Amagaba para protegerse el rostro, cuando recordó estar ocupado en quitarse la humedad.
Esa falsa humedad que sudaba constante, le recorría las manos, colonizaba su frente, y surcaba las grietas de su castigada espalda. La repelía.
Ardía en una fiebre de fuegos fatuos. Comenzaba a sentir el fuego en sus manos, en esas manos que tanto sudaban.
La ropa le caía mojada a cada lado del cuerpo, serpenteando con desagarro y elegancia entre las caderas y las piernas.
Un segundo de estupor. Y toda luz habría desaparecido. Aquello  que le quemaba la piel, comenzaba a enfriarle la sangre, Su cerebro, no podía ya decodificar qué sentir.  La luz purísima, desaparecía del cuarto. Desnudo y entregado, subyacía como cuerpo opaco enardecido. Finalmente ardìa.
Ya sin sentidos, podría describir la implosión universal de las palabras que ya no recordaba. Sus pupilas, convulsas, respiraban agitadamente los fotogramas del pasado. En una misteriosa cornisa de hormigón, su espíritu oscilaba como péndulo, entre dos mundos. Una brisa se volvió violenta, en esa cornisa con forma de balcón. No dejo de envolverle con suavidad y frescura el rostro, cuando comenzó a detenerle el torso, tanto como podía, con toda su furia como resistencia.
Escribía historia de amor y pasión, de vida, de muerte y de misterios en el aire. Mientras caía. Mientras abandonaba su cuerpo tardío.
Abandonado el otro cuerpo, calcinadas sus entrañas, escritas todas las historias con su sangre sobre el pavimento, recién entonces…pudo despertar.
No era El, el que habría muerto.

Alejandra, la loca


Alejandra, la loca


Sublime

De frente a tu rostro se puede ser uno mismo.

De frente a tu tinta que se dibujo invertebrada y profundo, me encuentro.

De frente a tus ojos,
humillo los mios.
En ti me encuentro, solo a mi misma. Sola.

No cabemos ambos en estas gigantes pupilas.

Parpadeo para perderte.

Amanezco entre mis pestañas, y alli me encuentras.
 

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