Cuando se enciende en insomio en la cabeza, como una tecla que se oprime sabrá Dios porque artilugios del destino neuronal. El frío siempe se agolpa en las manos... y en el pecho.
Te obliga a pensar en el carisma oculto e irresuluto que se oculta tras una inocente hoja en blanco, que espera tan ansiosamente como uno mismo, ser encontrada.
Asi comienzan a pasar las horas en rojo de una noche que debería haberse terminado sobriamente unas cuantas horas atrás. Cuando todavía los sentimientos se acomodaban en el colchón de la dignidad estrogénica.
Tirar una linea, no es sostener a una presa, ni siquiera, es pescar. Tirar una línea es regalar una botella al océano, llena de miles de mensajes confusos, agolpados, gritados ansiosamente, creyendo que la cantidad completará a la calidad; gesto comunicativo femenino por exelencia.
Somos eso, femeninas: sinceras, cálidas, receptivas, emocionales, frágiles, sensibles, MUY sensibles, inofensivas, pensativas, un poco perseguidas, algo obsesivas si nos dejan solas y en silencio, algo abruptas si nos descepecionan, algo perseguidoras si no entendemos cuando el mensaje claramente nos dice ese "NO" que no queremos asimilar, algo gritonas si nos sentimos provocadas (que jamás significa que nos provoquen). Somos eso, mucho, poco y nada: somos histéricas. Y eso a veces, es demasiado.
Acomodamos y reacomodamos el mundo que nos rodea en tan solo una fracción de segundo de dos formas absolutamente opuestas, y posiblemente, irreales ambas. Que pueden ser dos... o tres o cuatro... dependiendo la cantidad de amigas que convoquemos al foro de resolución colectiva de procesos emocionales críticos individuales, que involucran a ese divino, que acaba de convertirse en un auténtico patán, hasta nuevo aviso, claro.
Asi se suceden los pensamiento dentro de una mente típicamente femenina. Desodenados, agolpados. Como el subt c de constitución a retiro en hora pico de pleno enero caluroso y húmedo de fluidos corporales inevitables, de los propios, y de los adquiridos durante la travesía.
Que las hormonas, que los estrógenos, que el s.p.m., que el stress, que la vida misma que nos sucede. Nada de todo aquello debe de tener la culpa. Somos nosotras que somos asi. Que somos capaces de cuadrificar nuestras pupilas, en la innecesaria espera de que el añorado inicie sesión, aún, cuando ya ha superado el rango horario promedio, que casi científicamente hemos estimado, en que puede conectarse, una noche como la de hoy.
Somos asi, COMPLEJAS. Y es eso los que nos encanta. Porque somos un laberinto. Un laberinto grande, y profundo, con vueltas y pasajes no siempre resolvibles, pero siempre misteriosos. Somos grandes, profundas, e infinitas, capaces de tanto de a pesar de tan poco, o tal vez, a partir de ello.
Y es en esa complejidad, que nos definimos hermosas, desde la mas exóticas de las concepciones.
Las que somos mujeres (hijas, madres, abuelas, trabajadoras, emprendedoras, educadoras, creativas, amigas, amantes, compañeras, etc.) comprendemos el dolor, porque lo hemos vivido, evitado, producido, y generado. Somos la prueba y el error. El ensayo constante. La lágrima que nunca duerme. El brazo que no descansa. La mente que no para. El corazón que es siempre grande.