El solsticio del anonimato va concluyendo
lentamente. Las luces de una madrugada
anhelada, comienzan a despuntar en el alba de mis propios sueños. Hay una frescura en el aire, que estremece de
incertidumbre leve y constante mis adentro mas míos, mas resguardados, quizás
mas escondidos.
De mi vientre se desprende una sonrisa de
esperanza. Las tormentas que han pasado,
no son las que se avecinan, cuando lo que se avecina, es tan solo una tormenta.
La configuración enigmática de las nubes, ha cambiado y ya no muestran las
mismas figuras. Coleccionan otros motivos, ofrecen otros sueños.
El césped, tan húmedo como las gotas en el aire,
refresca los pies descalzos y se enrieda sonriente en las pantorrillas
juveniles, que pudendas, se erizan en toda su extensión, estremecidas por el
contacto.
Acuden a la sensación, las suaves fibras desgastadas
de experiencias del saquito de algodón, que viste lo que olvida resguardar el camisón
desenfadado. Abriga del fresco del rocío, libera con suavidad los hombros para
que queden desnudos, como una insinuación metáfora de la libertad. El camisón
se limita a holgar a lo largo del cuerpo, a oscilar entre las piernas que
caminan álgidas.
Se dirigen hacia el horizonte mismo, hasta el alambrado.
Trotan, caminan con prisa, tiemblan, invitan al cuerpo que acompañan a una
danza circular, infantil, ilimitada.
La mirada se entrecorta satisfactoria, entre las ráfagas
sedosas y rebeladas del cabello suelto. El cabello en estela acaricia
espaciadamente las manos, improvisando la alegoría de una primavera eterna.
Rozagantes, las mejillas imprimen las carcajadas en
el aire, se sirven del aplauso del cielo que les sonríe, esconde los ojos del rostro, para abrir mas
prontamente los del alma, y mirar.
La espalda sudada se yergue orgullosa, y quebrada de
placeres, se hace sentir caliente,
vestida.
Con todos los ojos del cuerpo entregando imágenes y sensaciones
a la vida que comienza en aquella mañana, el vértigo da lugar a la inercia, la
inercia da la lugar a la agitación de la respiración acelerada, y ésta da lugar
a más sensaciones, acunadas en la calma.
Sin reflexiones. Solo el aire revolviendo con frescura
el interior del cuerpo. Suave revolución, del día que aparece.