En este asunto del amor...

En este asunto del amor, que a veces,
uno quisiera
que no acabara nunca de empezar,
parece que alguien dice:
“¿Dios es eternamente joven?”

Es tanta la alegría, que uno ignora
catástrofes y duelos.
Usted dice que sí a toda
la enorme y tan humana tontería.
Sólo hay un pensamiento,
sólo una idea sola
que es multitud, y uno quisiera
leerlo todo con los ojos cerrados
y no tener noticias de uno mismo,
ni recuerdos de nada ni de nadie;
un ágape de luces
a través de las horas inmortales.

Yo había puesto
encima de mi pecho,
un pequeño letrero que decía:
“Cerrado por demolición”.

Y aquí me tiene usted pintando las paredes,
abriendo las ventanas,
adornando la mesa con la flor amarilla
con que paga el otoño sus encantos.

Nadie te dijo, amor, que yo existía.
El amor es silvestre,
uno lo encuentra en todas partes;
en los días sin cielo,
en las tierras sin flores,
lo mismo en la mañana que en la tarde.




-CARLOS PELLICER-
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llenas del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mí alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

PABLO NERUDA

De regreso a tus entrañas

Siento el tiempo de mi cuerpo dejando nuevas pisadas sobre aquellas huellas viejas, que ya estaban.
Y trato hoy de saber qué es mejor, tal vez no. Tal vez no sea el suspiro frágil de una brisa tenue que despierta, el que me recuerde de dónde robar ternura que no tenga.
Y entonces hoy me trato de sacar los clavos de mi cabeza; esos que no me dejan pensar que tal vez sea un hijo con todas las ganas de tener mis hijos propios esparcidos por el cosmos
de manera que su aliento empañe estrellas. Y a lo mejor el regreso es mejor, tal vez no.
Tal vez sea un hombre con aplausos y también amantes. Tal vez haya sido un germen que creciendo tuvo que asumir que late, el vientre aquel de donde saltó una vez aunque hoy va a regresar a la vida.

A la vida. 
 

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